dimecres, 6 d’agost del 2008

¿HAY ALTERNATIVA A LOS ACTUALES MODELOS TERAPÉUTICOS PSICOLÓGICOS?

Introducción

En diversas ocasiones, he efectuado la siguiente pregunta a otros tantos psicólogos: ¿Es necesario ser psicólogo para saber psicología? Todos los preguntados me han respondido con un sincero y categórico ¡No! Y un significativo “pero…”, condicional

Siempre me ha interesado la psicología, como tal. Con tan sólo catorce años ya sacaba un test de madurez de cuarenta y dos años, fruto de mis incursiones en la apasionante lectura de la novela psicológica rusa. Y con quince años, no sólo me había “empachado” con libros como La psicopatología cotidiana de Freud, sino que incluso me permitía el lujo de cuestionarlos, buscando alternativas en Young, Adler, etc. (eran los años sesenta)

Más adelante (y ya como enfermero), descubrí que psicología y enfermería tienen una praxis profesional común: La relación de ayuda que se establece con el enfermo y el consecuente soporte psicoemocional subsiguiente. Así pues, siempre he trabajado en esta línea que es, a la vez, una ventaja y una desventaja. Desventaja (no soy psicólogo), porque mi criterio puede ser calificado como el de “aficionado” y ventaja (exactamente por la misma razón), porque no siendo psicólogo, puedo dedicarme a la psicología estricta; no tengo que preocuparme por el binomio terapéutico diagnóstico – tratamiento y puedo dedicarme de lleno a la psicología no clínica, aquella psicología que Agatha Cristie definía como “conocimiento de la naturaleza humana” Eso sí, siempre que puedo, intercambio opiniones con psicólogos de mi entera confianza; que, aunque reticentes, no suelen censurar mis métodos.

Por tanto, querido lector, en este breve escrito sé indulgente ante algún posible error de apreciación académica y valora la posibilidad de adentrarte en los campos filosóficos y psicológicos que planteo y que, para mí, son inherentes a toda persona, por el mero hecho de su condición humana.

MODELOS TERAPÉUTICOS


Casi se puede decir que hay tantos tipos de psicoterapia como psicoterapeutas. De hecho, algunos autores hablan de hasta doscientas cincuenta escuelas diferentes. ¡Uf! Demasiada oferta para tan sólo una demanda: la neurosis.

A pesar de ello, todo este cúmulo de escuelas se puede englobar en tres tipos o grupos de psicoterapeutas, en función de la referencia cronológica que utilizan en la terapia del paciente. Es decir, “pasado”, “presente” y “futuro”

Terapias del “pasado”

En este primer grupo hay que englobar el psicoanálisis tradicional u ortodoxo. Cuya referencia es el “pasado” Ya que, busca recuperar el recuerdo reprimido que está perdido o latente en el subconsciente de la persona. La pregunta filosófica de este grupo sería: ¿Por qué?

Estos procesos terapéuticos tienen la ventaja de potenciar el conocimiento del propio proceso interior, que viene determinado por la introspección que conlleva este tipo de terapia.

Como desventajas hay que apuntar dos. La primera es la larga duración del proceso terapéutico, que se calcula en un tercio de la edad del paciente en el momento de iniciar la terapia. Es decir, si una persona tiene treinta años, cuando inicia la terapia, el final del proceso terapéutico sería diez años después, a los cuarenta. Como diría el dramaturgo clásico “largo me lo fiáis don Mendo”

La otra desventaja es su dudosa efectividad terapéutica. Como es obvio, en diez años pueden ocurrir muchas cosas en la historia personal de un individuo. ¿Cómo actualizar y englobarlo todo, desde el proceso terapéutico inicial? Francamente, difícil.

Terapias del “futuro”

El segundo grupo estaría formado por los conductistas y/o neoconductistas, cuya referencia cronológica es el futuro. Su pregunta filosófica es: ¿Cómo? Cómo afrontar lo que uno desea y cómo superar los temores para conseguirlo. En definitiva, cómo encauzar y dirigir nuestro comportamiento.

Estas terapias tienen la ventaja de su efectividad (son totalmente pragmáticas), van directamente a los resultados. Es, por tanto, un proceso rápido que puede durar tan sólo entre una o cinco semanas.

Por contra, el tratamiento puede ser superficial y limitarse a la solución de un problema en concreto, sin un deseable conocimiento profundo de nosotros mismos, que nos sirva para afrontar nuevas situaciones.

Terapias del “presente”

En este último grupo cabe englobar a los psicoterapeutas de la Gestalt (gestálticos) Traduciendo gestalt como: forma, figura, estructura y creación (esta palabra germana es compleja y tiene diversos significados) Aquí, la referencia cronológica es el presente y su pregunta filosófica sería: ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando?

En la Gestalt no se busca el origen (pasado) ni se recomienda una conducta para superar el sufrimiento (futuro) La Gestalt estructura y crea la forma o figura del presente.

Tiene como ventaja una buena dosis de autoconocimiento (al menos para el presente) y un contacto directo con la realidad actual. La duración terapéutica es intermedia, ni son los diez años del psicoanálisis ni los dos meses del conductismo, la terapia suele durar entre seis meses y dos años.

Tiene como desventaja que el conocimiento puede ser liviano y que nos lleve a vivir sólo el momento actual e, incluso, llegar a cierto pasotismo.

¿HAY ALTERNATIVA?

Llegados a este punto, la pregunta es obvia: De los tres tipos de terapia ¿cuál escogemos? Bueno…, pues... ¿Y por qué no diseñamos una nueva terapia? Una terapia que intente (difícil) integrar todas las ventajas de las tres terapias y que elimine (pero no imposible) sus desventajas.

Lo primero es darle un nombre, aunque este nombre sea complejo y precisemos de varios sinónimos para expresarlo:

AUTO-PSICOTERAPIA – AUTOSOFÍA – BODHIDHARMA

En primer lugar, como los tres grupos terapéuticos tienen su propio contenido filosófico, vamos a estructurar el nuestro. Y como buscamos ser psicoterapeutas de nosotros mismos (ver artículo del autor “Líder de uno mismo” en el blog: http://segre53.blogspot.com), nuestra base filosófica será la Autosofía (como filosofía occidental) y una concepción de Bodhidharma (como filosofía oriental) La Autosofía (saber propio) recoge su concepto a partir de la unión de dos palabras, una latina y otra griega, que son nuestra herencia occidental. Bodhidharma (árbol del conocimiento) implica un compromiso de búsqueda. Se es caminante mientras se camina, se deja de ser Bodhidharma cuando dejamos de buscar. De esta forma, englobamos las dos filosofías, tanto la oriental como la occidental, para diseñar y desarrollar nuestra propia terapia, cosa que no hace ninguno de los tres grupos terapéuticos expuestos.

En segundo lugar, como los tres grupos terapéuticos se sitúan, de forma cronológica, en el “presente”, “pasado” y “futuro”; nuestra psicoterapia será atemporal o, mejor dicho, valdrá tanto para pasado, presente y futuro. ¿Cómo? Muy sencillo, asumiendo nuestras propias limitaciones y aprendiendo a diferenciar entre emociones y sentimientos, que son la cuna de muchos conflictos, tanto internos como externos.

En tercer lugar, ya que las tres terapias son de verbalización oral, la nuestra será de verbalización escrita. Y, como no, nosotros seremos nuestros propios lectores, estableciendo turnos alternativos de escritura y lectura. Al principio, este método será engorroso y puede que incluso frustrante: "Yo ya sé, lo que sé de mí mismo" Pero, poco a poco, aprenderemos a leernos con “otros ojos”, con ojos de lector y no con ojos de autor, y aprenderemos a leer entre líneas. De esta forma, nos iremos descubriendo a nosotros mismos.

En cuarto lugar, romperemos con el molde y binomio diagnóstico – tratamiento. No es tan importante saber ¿qué nos pasa?, como saber ¿quiénes somos? No es tan importante saber ¿cómo curarnos? como saber ¿cómo vivimos? y ¿qué hacer para no enfermar?

En quinto lugar, estableceremos nuestras tres referencias, las que rigen para todo ser humano. Simplificándolas en estas tres palabras: “cerebro”, “corazón” y “sexo” El “cerebro” como representación de la parte racional e intelectual de la persona. El “corazón” como centro emocional donde se fraguan y configuran todas nuestras emociones y sentimientos. Y, por último, el “sexo” como síntesis de placer, sea cual sea ese placer. El equilibrio entre estas tres referencias será nuestro propio equilibrio.

En sexto lugar, compartimentaremos nuestro tiempo. Estableceremos un tiempo para trabajar, un tiempo para la familia, un tiempo para los amigos, un tiempo para el ocio (diversión, deporte, viajar, etc.) y un tiempo para nosotros mismos. Parte del tiempo que dediquemos a nosotros mismos, inexcusablemente, deberá ser tiempo creativo (sea manual o intelectual)

En resumen, asumiremos nuestra propia filosofía de vida (tanto de forma teórica como práctica), siendo conscientes de nuestras limitaciones, para gestionar correctamente nuestros recursos.

Por último, recalcar que la felicidad (en sí misma) no existe y que el grado de felicidad alcanzado viene determinado por la siguiente fórmula matemática: F = +Mfn cuando n tiende a infinito. Es decir, que la felicidad (F) es la sumatoria de todos nuestros momentos felices (Mf) Contra más momentos felices tengamos, más nos acercamos a la felicidad, aunque nunca lleguemos a ella.

¿Y eso es todo? ¡Pues sí! Aquí, he esbozado los fundamentos de la casa, cada cual debe construir su propia casa (auto-terapia) y decorarla a su gusto (vivirla) ¡Suerte! Debemos pensar que nuestro mejor amigo debería ser nuestro propio yo (con sus virtudes y sus defectos)

De todas formas, relaciono algunos libros que pueden ser de utilidad para construir la casa.

Jesús García Boadella
Lleida, julio de 2008


LIBROS RECOMENDADOS

1. Todos los inherentes a la filosofía socrática y a su regla mayéutica.
2. La práctica del Zen, Taisen Deshimaru.
3. El Buda viviente, Daisaku Ikeda.
4. El ámbito del Zen, Daisetz T. Suzuki.
5. Siddharta, Hermann Hesse.
6. Zen, la conquista de la realidad, Xavier Moreno Lara.
7. Las nueve revelaciones, James Redfield.
8. Déjame que te cuente, Jorge Bucay.
9. El hombre ligth, Enrique Rojas.

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