dijous, 17 de juliol del 2008

UNA HORMIGA EN LA SALA DE ESPERA

Da vueltas en zigzag por las pulidas baldosas de la sala de espera, bruñidas por la luz blanca de unos focos halógenos. No es una pequeña hormiga doméstica, es una hormiga grande, de las que son capaces de cargar a su espalda con un grano de trigo o de cebada.

En la sala de espera hay ratos de todo, unas veces el silencio es denso, reflexivo, casi endogámico; otras veces se pueden oír dos y tres conversaciones a la vez. Todas tienen una base común -como el gusto base que tiene el pescado- y giran entorno al principio existencial de salud del “yo y mis circunstancias”

La hormiga sigue dando vueltas entre patas de butacas y pies de personas sentadas; nadie se fija en ella, a pesar de que la sala de espera está repleta, con una media de edad que ronda los 65 años o más. Todos estos abuelos también parecen hormiguitas solitarias, muchos están cabizbajos (“en sus cosas”); otros buscan con la mirada una cara conocida y, cuando la encuentran, se establece una conversación, basada en una complicidad que, intuyo, gira alrededor de achaques, resignaciones y lamentos, fruto de conversaciones anteriores. Viene a ser como una “puesta a punto”, una ITV informativa de como les van las cosas desde la última vez que se vieron.

La sala de espera es común a varios consultorios y la gente muestra pequeños síntomas de desasosiego, cada vez que la “fila” de un consultorio avanza más deprisa que la propia. Parece lógico, hay gente que lleva más de una hora esperando y ve como algunos recién llegados pasan primero. Es un efecto psicológico, al cual no podemos escaparnos: Quien llega primero, debería pasar primero.

Abarco con la mirada toda la sala de espera y me pregunto: ¿Será ésta una de nuestras perennes referencias dentro de nuestra vejez occidental?

Vuelvo a buscar a mi amiga la hormiga, parece que se ha ido, no la veo por ninguna parte. Quizá le haya tocado el turno y ya esté dentro de algún consultorio o, quizá, haya vuelto a su lugar de origen. Sea como sea, se ha ido y con ella también se van mis triviales reflexiones.

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